Lean el siguiente artículo y tomen nota en sus carpetas de las personas que realizaron las 7 (siete) innovaciones. Ejemplo: Nombre / Innovación.
El
Silicon Valley ya no queda lejos para los innovadores argentinos
Una
empresa argentina es caso de estudio; otra, se considera la más importante de
la región.
Larry Page, uno de los
fundadores de Google, tiene en su casa una turbina eólica para generar energía
eléctrica residencial. Fue fabricada por dos emprendedores argentinos, Ignacio
Juarez y Nicolás Canevaro, en Lanús.
Bill y Melinda Gates se
reunieron durante seis horas con Matías Travizzano, el físico argentino,
co-fundador de GranData, la empresa que eligen las telefónicas de EE.UU. para
descifrar el comportamiento de sus clientes. Querían saber si podían usar la
información que almacenan las torres de telefonía móvil en África para analizar
migraciones de personas y predecir posibles epidemias.
Stanford University, la
universidad de Silicon Valley, enseña desde hace 10 años el caso de Marcos
Galperín y Mercado Libre, la principal compañía de e-commerce de Latinoamérica,
como ejemplo de visión de largo plazo y calidad empresarial.
Wenceslao Casares,
creador de uno de los mayores bancos de bitcoins del mundo, asegura que esta
moneda digital revolucionará las finanzas como Internet revolucionó nuestras
vidas hace 30 años. Y Emiliano Kargieman, el argentino que creó nanosatélites
para investigación, quiere rodear el perímetro de la Tierra con unos 300, para
contar con información al instante del planeta. (…)
En los terrenos de la
NASA y en las que fueron barracas militares se encuentra Singularity
University. Ignacio Juárez se desplaza, termo y mate en mano, por sus
laboratorios. Con las características del estudiante rebelde y pasión por
saber, no desentona en ese predio de Mountain View, donde el optimismo
tecnológico es la regla. Juárez parece vivir en un remolino de acontecimientos.
Con Semtivé desarrolló turbinas eólicas verticales de baja potencia, de menor
tamaño que el panel de energía solar y que pueden girar y producir energía con
una brisa suave, como la de un ventilador. Los equipos, pensados para el hogar,
salen a la venta con colocación incluida en EE.UU a US$4.500 cuatro veces menos
que el panel convencional.
Sus primeros años
fueron duros hasta que con una vaquita entre amigos y parientes e inversores de
la talla de Marcos Galperin cosecharon US$200.000. Tiene planta en Lanús y
Singularity invirtió en la empresa. Es la primera de Argentina y la única en su
tipo que fue seleccionada por la universidad. Pascal Finette, vice de Startup
Solutions Group y de Entrepreneurship Chair de Singularity, invitó a Juárez a
la universidad y, un año más tarde, ya había colocado en la residencia de Larry
Page, el creador de Google, su turbina, en lo que ellos definen como el
puntapié inicial para un aterrizaje en el colosal mercado estadounidense.
Juárez admite que el proceso es duro: “Es
cool tener una empresa, ser emprendedor es horrible”, confiesa.
Singularity es para
muchos emprendedores argentinos el camino para salir al mundo. Allí se devora
afanosamente la literatura alrededor de los avances de la inteligencia
artificial y hasta se deduce que en poco tiempo costará diferenciar a la
máquina del hombre. Muchos están convencidos de que la tecnología vencerá a la
muerte. La universidad, fundada en 2008, es una de las expresiones más
recientes del Silicon Valley. Finette define a los emprendedores como personas
que intentan hacer lo mejor combinado con el contexto que les toca. “No se mueven por el dinero. Los argentinos
hacen mucho con poco”.
La bióloga Ximena Ares,
egresada de la UBA, es la responsable de Transferencia de Patentes de
Biotecnología de la Universidad de Stanford. A su departamento llegan unos 500
inventos por año y ella maneja 250 en lo que es una combinación de robótica
para los dispositivos médicos, big data y biotecnología.
Así, deciden sobre
dispositivos especiales para reparar la membrana del tímpano, o cómo pueden
ayudar los anteojos de Google a los niños autistas. Pero lo que deslumbra es el
estudio del sistema inmunológico. Han descubierto las señales que manda el
tumor maligno al sistema de anticuerpos. “El
tumor le dice ‘no me ataques, soy igual que vos’. Al descifrar ese código
pueden cambiar radicalmente las terapias contra el cáncer y estar muy cerca de
la cura”, dice Ares y agrega que el Silicon Valley “es un ambiente que incentiva a apalancar los desarrollos con una visión
estratégica”.
Un robot con saco y
corbata es la mascota en el piso que la multinacional Accenture posee en San
José, considerada la capital del Silicon Valley. Lo dirige el argentino Andrew
Fano, que lidera el grupo de investigación en Inteligencia Artificial. Fano
está dedicando su vida al procesamiento del lenguaje natural y al aprendizaje
automático de las computadoras. Las máquinas adquieren saberes de una amplia
gama de industrias. “Pueden reconocer
lenguajes, predecir comportamientos, productos que pueden ser populares y hasta
best sellers. Pero aún resulta imposible que ordenen algo tan simple como un
parking”, desmistifica.
Con un campus del
tamaño de un pueblo, la universidad de Stanford es el alma de Palo Alto, cuya
calle principal se llama, precisamente, University Avenue. En una oficina
pequeña atestada de libros, William Barnett, a cargo de la cátedra de Business,
cuenta que Mercado Libre sigue siendo un caso de estudio en la universidad
desde hace 10 años.
El profesor celebra la
estrategia de crecimiento gradual, sostenido y con visión de largo plazo de
Marcos Galperín, egresado de Stanford. La destaca como una plataforma única que
democratizó el comercio en América Latina. Andrew Tsao está convencido de que
es la compañía “más impresionante que
emergió de América Latina”. Tsao es el managing director del Silicon Valley
Bank, nacido en 1983 para ser una plataforma de la inversión de riesgo en distintas
compañías. Tsao afirma sobre los emprendedores argentinos: “Tienen más potencial que el resto en América
Latina, por esa tormenta perfecta entre buena educación y un ambiente
complicado que los empuja a ser creativos y a salir al mundo para progresar”
A pocas cuadras, en la
University Avenue de Palo Alto, se despliega la sede de Xapo, creada por
Wenceslao Casares, famoso en el universo de la tecnología. Un mural con una
vieja caja registradora recibe en la entrada. En los escritorios y en las
estanterías abundan los sapos de madera, porcelana y de tela. Casares fundó en
1994 el primer proveedor de internet para los bancos que se transformó en 1997
en Patagon. Fue adquirida en US$750 millones por el banco Santander el 9 de
marzo de 2000.
Desde hace unos años,
Casares se ha volcado a las bitcoins convencido de que se trata de una
transformación que supera a internet. Por cierto, Xapo, que cosechó en sus
inicios US$40 millones se transformó en el mayor custodio global de bitcoins.
Distintos son los
objetivos de Globant. Son las 17 en la zona cool de San Francisco. En Howard
Street se mezclan los homeless y jóvenes tecnológicos. Y en el edificio que
lleva el número 826 varios aguardan el ascensor que los lleva al tercer piso.
Globant, definida por el alcalde de la ciudad como la mayor empresa de
tecnología de América latina, inaugura una sede que es en realidad un centro de
juego para probar las nuevas tecnologías. Un robot que se desplaza muestra en
la pantalla a un operario en algún lugar del planeta. El 95% de los clientes de
Globant son internacionales, un porcentaje que alcanzaría 99% tras inaugurar en
Bangalore, India, otra filial con 1.200 empleados.
Físico de profesión,
Mat Travizano, nacido en 1980, es otro de los argentinos de mente brillante en
el Silicon Valley. Ocupa un piso de amplias dimensiones en el distrito del
diseño en San Francisco. Y en la que fue una fábrica, funciona GranData, creada
en 2012. Se trata de una firma que integra los datos de las personas a partir
de información brindada por distintas fuentes, se cruza con otras y se utiliza
para anticipar tendencias de mercado y comportamiento de los consumidores.
Emiliano Kargieman
participa del board de asesores de GranData, pero él mismo es una leyenda en el
Silicon Valley. Se trata del matemático que creó Satellogic con oficinas en San
Francisco para el desarrollo del negocio, centro de investigación en Argentina,
fabricación del software en Israel y en Córdoba y el armado de los satélites en
Uruguay, además de múltiples representaciones comerciales como la de Canadá y
Colombia y una red de proveedores en 35 países. Por cierto, Kargieman ha
convertido a Satellogic en una de las empresas de mayor impacto: “Estamos haciendo algo tan radical como una
constelación de nanosatélites a un costo mil veces menor que el que utilizan
hoy agencias espaciales para obtener información de la tierra en tiempo real”.
Todos ellos ya son las nuevas multinacionales argentinas.